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Rafael Nadal, el mejor tenista español de todos los tiempos, número 1 del tenis durante muchos años y campeón de 17 Grand Slams y oro olímpico, ha tenido como entrenador desde su niñez a Toni Nadal, que ha forjado de Rafael un campeón del que seguro que puedes sacar ideas para aplicar en tu empresa.

Por todos los que siguen el panorama tenístico es conocido que Rafael Nadal tiene mucho talento, pero es su mentalidad y su esfuerzo lo que sin duda le ha llevado a ser la leyenda que es hoy en día, y en eso ha tenido mucha culpa Toni Nadal.

La lucha de Rafael ha estado siempre en la idea de superarse a sí mismo. Rafael ha estado dispuesto a hacer lo que tuviera que hacer para mejorar. Y eso es quizás una de las cosas más difíciles de dominar: la tendencia a seguir haciendo lo que tenemos por costumbre.

El ser humano tiende a vivir de la forma más cómoda posible por naturaleza. Sin embargo, esta no es la forma de alcanzar el éxito. Para hacerlo, hay que tratar de llegar a nuestro máximo potencial, y esto debes aplicarlo también a tu empresa.

Aunque las cosas te vayan bien, debes siempre intentar mejorar: tratar de optimizar costes, diversificar, intentar crecer o internacionalizar tu empresa… hay muchísimas formas de hacerlo, y lo más importante es hacer que tu empresa sea cada día un poco mejor.

Tendemos a sobrevalorarnos y si fallamos le echamos la culpa a otro.

Si te va mal en los negocios, no le eches la culpa al mercado, a tus clientes, proveedores, a tus socios o empleados. Está claro que dentro de una empresa hay que depurar responsabilidades siempre, pero siempre la responsabilidad última de que las cosas no te vayan bien es tuya.

Si tienes problemas con un proveedor, cámbialo, si es con un cliente trata de arreglar la situación de forma que ambos salgáis beneficiados o mínimamente perjudicados; si tienes un empleado tóxico no dudes ni un instante en sacarlo de tu empresa. En definitiva, debes actuar y tomar responsabilidad.

Trabajar con objetivos concretos te permite tener unos parámetros con los que poder medir los resultados.

Siempre debes trabajar enfocado en un objetivo, sea cual sea, y debe ser lo más concreto posible.

Por ejemplo, un objetivo mal fijado es «aumentar las ventas«, y un objetivo bien fijado sería «aumentar las ventas un 20% en el próximo año con respecto al actual«.

Está demostrado que fijarse metas a corto plazo ayuda a lograr objetivos a largo plazo, por lo que además dividir tus metas en hitos es recomendable en planificaciones a medio o largo plazo.

No concibo no tener ilusión por las cosas que uno hace, sea lo que sea, al nivel que sea.

He dejado este punto para el final no porque crea que es menos importante, sino todo lo contrario, y quiero que te quedes con él por encima del resto.

Antes todo debes creer en lo que haces y debes ser feliz durante el camino, no solo al llegar a la meta.

Está demostrado por ejemplo que la clave a la hora de seguir una dieta de pérdida de peso es la adherencia más que hacerlo todo bien al 100%. Es decir, vale más avanzar poco a poco siendo capaz de prolongar la dieta durante el tiempo que intentar hacerlo todo a la perfección y rápido, ya que el desgaste mental al final pasará factura.

Si no eres capaz de habituarte a salir de tu zona de confort, lo más probable es que tu empresa fracase en algún momento, ya que siempre habrá competencia que sí lo haga y te gane cuota de mercado.